En muchas partes del mundo la mayoría de la raza humana tiene problemas para conseguir comida, y morir de hambre es una causa de muerte todavía demasiado común entre los seres humanos. Sin embargo, en Estados Unidos, Europa y el llamado “primer mundo” uno de los problemas de salud más grandes es la obesidad y el comer demasiado. El balance y la justicia no son el fuerte de nuestra especie.
Pero, ¿por qué engorda tanto la gente si come demasiada grasa? Se supone que el sistema digestivo saque de la comida lo que el cuerpo necesita para vivir y bote lo que sobra como desperdicios. Si la grasa no sirve, ¿porque el cuerpo la almacena como depósitos grasos (i.e., los chichos y la panza) en vez de botarla con todos los demás desperdicios inservibles del proceso de digestión?
La contestación es sencilla si uno entiende la teoría de evolución. (Los creacionistas supongo que confían que la obesidad, la arterioesclerosis, la diabetes, y los ataques al corazón son parte del “plan de Dios” que en su gran “diseño inteligente” sabía que la gente se pondría cada vez más gorda en un futuro, y contaba con eso para su omnisciente plan maestro al hacernos a su imagen y semejanza).
Las grasas son moléculas que al quemarse liberan energía (por eso se miden como “calorías” su contenido en los alimentos. En física una caloría es la cantidad de energía necesaria para calentar un gramo de agua y subir su temperatura por un grado centígrado. Las calorías en los alimentos miden la cantidad de calor liberado si se queman las grasas en reacciones bioquímicas de metabolización). El cuerpo las guarda como los macetas guardan el dinero. Para poder tener energía disponible cuando no haya comida.
Como buscar comida era un proceso que requería mucho esfuerzo de parte de los animales, (particularmente los depredadores carnívoros como nosotros y muchos otros mamíferos grandes), y el cual no tenía garantía de éxito, la biología decidió que evolutivamente era preferible guardar esa grasa que se consumía de más para cuando no hubiera comida en el futuro o se pusiera muy frío el clima.
Claro, la evolución no contaba con los Baconators, los bizcochos, las donas, las lechoneras y la gran variedad de comidas grasosas que el ser humano inventaría en unos pocos años. Ni con la tecnología que reduciría grandemente la necesidad de esfuerzo físico. Por eso entre los ciudadanos del primer mundo esa grasa se acumula y se acumula, y casi no se usa. Y una vez guardada al cuerpo se le hace extremadamente difícil deshacerse de ella.
Hasta ahora las soluciones inventadas para lidiar con este problema moderno de la obesidad eran dietas, o ejercicios extenuantes, o fármacos de dudosa efectividad para absorber grasa del cuerpo, o cirugías peligrosas (en casos extremos o de gente arriesgada y vanidosa sin nada mejor que hacer con su dinero). Aunque todas son industrias millonarias en los EE.UU. ninguna es tan buena ni milagrosa como los publicistas que las anuncian nos quieren hacer creer.
Pero los científicos y los geneticistas vienen otra vez al rescate de una humanidad que no sabe comportarse ni autolimitarse inteligentemente. Un equipo de científicos de la Escuela de Medicina en la Universidad Estatal de Ohio ha determinado que un gen específico interviene en la ganancia de peso como respuesta a una dieta rica en grasas. En este interesante artículo se revela un importante hallazgo, efectuado en un estudio con animales, que sugiere que bloquear este gen puede llegar a convertirse en una buena estrategia terapéutica para reducir la obesidad.
El gen, identificado como PKC beta, se encontró que cuando se activa comanda al cuerpo a guardar la grasa en tejidos adiposos de ratones a los cuales se le daba una dieta bien grasosa.
Por otra parte, los ratones modificados genéticamente para que el PKC beta no pudiera intervenir, ganaban relativamente poco peso, y mostraban muy pocos efectos adversos sobre su salud después de alimentarse con la misma dieta rica en grasas. Comparando los efectos de una dieta rica en grasas, con los de otra dieta regular, los científicos encontraron que los ratones alimentados con la primera producían más PKC beta en su tejido adiposo que los ratones que se alimentaban con una dieta de contenido más equilibrado.
Así que pronto podremos apagar el gen que manda a nuestro cuerpo a guardar y producir manteca innecesaria. Y podremos ir a jartarnos de hamburgers, pizza, hot dogs, lechón y demás comidas grasientas y anteriormente dañinas sin engordar demasiado.
¿Qué nos haríamos sin la ciencia y la genética modernas?
1 comentario:
Chacho!! Yo no me altero ningun gen. Van y me sale un cancer o algo. Si vine asi de fabrica, me toca cuidarme. Yo no se si en una guerra o recesion extendida necesite mi grasita de mas para sobrevivir, y entonces se moriran los vanidosos de la ciencia. Como quiera uno no se salva de las grasas saturadas y el colesterol malo tapa-venas. Terminas de igual forma recluido en el Cardiovascular. Flaquito pero tapado como un churro relleno de crema. UY!!
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