jueves, 10 de mayo de 2007

La educación científica y el quehacer político

Recientemente compré y estoy leyendo el excelente libro “Mokita en blanco y negro” del Dr. Daniel Altschuler, físico de la Universidad de Puerto Rico y ex-Director del Observatorio de Arecibo. Altschuler es otro de esos raros científicos que no solo se preocupa por algún problema científico de interés para la comunidad de los expertos en estas áreas, sino por educar y divulgar la ciencia a la gente que NO SON CIENTÍFICOS. Es de la estirpe de Carl Sagan, Stephen Hawking, Albert Einstein y varios otros físicos, que además se han hecho escritores famosos por libros “best-seller” de ciencia popular (sin ecuaciones matemáticas, aunque no siempre eso quiere decir que son fácilmente inteligibles). El libro lo encuentran en las librerías La Tertulia o Norberto Gónzalez en el pueblo de Río Piedras, o escribiéndole al autor a daniel@naic.edu.

Es un libro excelente (y sumamente controversial, y quizás por eso tan bueno), y se los recomiendo a todos los que me leen. Es uno de los mejores libros que he leído (y he leído un montón). Es una visión algo pesimista (porque “un pesimista es un optimista bien informado”) pero certera y de denuncia al mundo alucinante, descabellado y absurdo que el fanatismo político, la religión acrítica, y la irracionalidad consumerista nos ha legado. La mayoría de los científicos tienden a ignorar y no querer mirar este mundo que han ayudado a crear y por el cual se tienen que hacer responsables. La única esperanza de salvación radica en que los científicos enseñemos a todo el resto de la población a pensar como científicos, a adoptar la ética de los científicos, y a entender los logros y desaciertos que han tenido los científicos.

Quería dejarlos con algunas citas sobre porqué coger cursos de ciencia en la escuela superior y la universidad (algo que casi todos odian) es tan importante para nuestro quehacer político moderno y para nuestra supervivencia como especie:

Es paradójico que en un mundo cada vez más dependiente de la ciencia y la tecnología (le guste a uno o no) la fracción del tiempo dedicado a la enseñanza de la ciencia, y especialmente de la relación entre la ciencia y la sociedad, es muy pequeña.

Si no es posible y acaso contraproducente una educación científica para todos, al menos debemos intentar una política de educación y divulgación que enfatice la naturaleza de la empresa científica, y que permita al público comprender su valor y limitaciones. Que entienda que es la mejor forma de obtener conocimiento confiable. La historia de la ciencia y su carácter e impacto social son ingredientes importantes para su apreciación
.”

Es necesario enseñar a razonar, dudar y cuestionar, especialmente aquello que se expone por autoridad. Sin esa base no hay posibilidad de lograr una ciudadanía científicamente alfabetizada y gobernantes que nos lleven por el mejor camino, a pesar de los muchos intereses que ejercen presión para desviarlos. En pocas palabras: no enseñar qué pensar sino cómo pensar.”

“Se dice, seguramente sin que en realidad se piense en lo que significa, que en una verdadera democracia cualquiera puede ser miembro del gobierno. Yo creo que ése es justo el problema. De igual modo que no aceptamos que cualquiera sea el presidente de una universidad, o el gerente de una empresa, o nuestro médico, es absurdo no exigir más a aquellos que pretenden dirigir el destino de las naciones. […]

Si no cualquiera puede ser el gerente de una empresa, entonces ¿por qué cualquiera puede ser el gerente de la empresa más compleja de todas y la que nos afecta a todos, la nación o el país, como quiera llamarlo?


Hay que decirlo, basta de mokita. Nuestros dirigentes, democráticamente electos, son en muchos casos unos energúmenos incompetentes, y en otros simples malhechores o competentes perpetuantes del status quo. Son grises por la sencilla razón de que un pueblo educado para no pensar críticamente no distingue lo blanco de lo negro. Los candidatos son fabricados por expertos en publicidad al igual que muchos otros productos inútiles que es necesario vender.”

3 comentarios:

Juan Ignacio Casaubon dijo...

BREVE HISTORIA DEL PLAN NUCLEAR ARGENTINO


En la primera presidencia de Perón arribó a la Argentina el físico alemán Ronald Ritcher, escapando de la guerra. Este promete al presidente el control de la fusión nuclear, y se establece en la isla Huemul en Bariloche.
Hay dos procesos nucleares que producen energía: la fisión o rotura de núcleos pesados como el Uranio; y la fusión de núcleos livianos que son isótopos del Hidrógeno.
La fisión tiene un uso bélico (bomba nuclear) y varios usos pacíficos como la producción de energía eléctrica y usos medicinales.
Por el contrario con la fusión sólo se ha llegado a fabricar bombas atómicas. La fusión no ha logrado “controlarse” para usos pacíficos y es en este momento un tema de punta en las investigaciones de los físicos.
Sin embargo Ritcher “engatusó” a Perón diciéndole que iba a lograr este cometido ¡en la década del 40! Logró ingentes cantidades de dinero para sus instrumentos científicos e instalación de laboratorios en la isla Huemul donde trabajó secretamente.
En 1951 Perón anuncia al mundo el “control del poder atómico”. Desde ese mismo momento los laboratorios extranjeros empiezan a dudar de los resultados anunciados. Se produce una crisis de credibilidad en Argentina y se nombra a una comisión especial para investigar a Ritcher. El responsable de la comisión fue José A. Balseiro.
El resultado de la comisión es que Ritcher no había logrado el control de la fusión, ni mucho menos. En primer lugar su experimento alcanzaba los miles de grados cuando en realidad se necesitaban ciento de miles de grados. Por otro lado Ritcher creía haber logrado el “plasma” basándose en que el espectro debía correrse, cuando en realidad el espectro debe ensancharse. Ritcher mostró la fotografía del espectro corrida, pero la comisión encontró en ella errores de revelado. Por último Ritcher afirmaba que su detector había encontrado emisión de neutrones, lo que fue demostrado falso.
A todo esto se crea en Argentina la Comisión de Energía Atómica (CNEA). Balseiro funda un Instituto de Física en Bariloche sobre la base de los instrumentos que compró Ritcher. Este Instituto en algunos años alcanza renombre mundial. Paralelamente se desarrolla el plan nuclear argentino que lleva adelante la CNEA. Se construye Atucha I con una potencia de 320 MW y luego la central Embalse de Río Tercero con una potencia de 630 MW. Hoy día Argentina tiene, con estas dos centrales un 10% de energía de origen nuclear. Un récord para Latinoamérica. En 1980 se empezó a construir Atucha II, pero su construcción se detuvo en 1996. Ahora nuestro presidente ha ordenado continuar con ella y se espera tenerla para 2010. También se habla de una cuarta central. Así mismo Argentina cuenta con una planta enriquecedora de Uranio y una de agua pesada y muchos otros institutos de investigación pura y aplicada d4e la CNEA.
Por último quiero destacar que si bien Perón cometió un error de “inteligencia” debe respetarse su voluntad de embarcar al país en un plan nuclear, tema que un político no pudo eludir después de Hiroshima 1945.
LA ARGENTINA SIEMPRE TUVO LA POLÍTICA DE HACER UN PLAN NUCLEAR PACÍFICO. Por último debemos mucho a la generosidad de José Balseiro, promotor del instituto donde se forman los físicos e ingenieros nucleares. Balseiro, cordobés, desde su conversión al catolicismo en su corta vida mostró un empuje impresionante para que la ciencia y la técnica de nuestro país hayan alcanzado metas tan altas.

BIBLIOGRAFÍA

“J. A. Balseiro: Crónica de una ilusión.”
Arturo López Dávalos y Norma Badino
Ed. Fondo de cultura económica, 1999, Buenos Aires

“El Secreto atómico de Huemul”
Mario A. J. Mariscotti
Ed. Estudio Sigma 2004 Buenos Aires. Primera edición 1984


Dr Juan Ignacio Casaubon
Doctor en Física – UBA
jic@ub.edu.ar
http://es.geocities.com/jicasaubon

Juan Ignacio Casaubon dijo...

CIENCIA, EDUCACIÓN, CULTURA, CIVILIZACIÓN, TÉCNICA
El carácter utilitario de la ciencia.

Si bien es conocido por todos el admirable avance de la técnica actual, no es bien comprendido el papel de la ciencia en este proceso, o se entiende a esta última como única responsable de la primera. Aún entre algunos científicos, para los cuales el único fin de la ciencia, es la tecnolo­gía, reina un cierto escepticismo, sobre la verdad que la ciencia, podría descubrir. Es decir una desviación en la misma definición de ciencia, en su punto de partida.

Definiendo bien qué es ciencia el científico queda abierto a la verdad en general. No sólo a la verdad de su ciencia particular sino también a saber darle el lugar que les corresponde a sus saberes dentro de los demás conocimientos.

Sin embargo en muchas ocasiones la ciencia es entendida de modo utilitario solamente, como "preámbulo de la tecnificación". Esta tendencia puede verificarse en, numerosas publicaciones. Sus autores en vez de introducirnos en el campo del saber que corresponda, empiezan sus artículos citando las aplicaciones que sus teorías podrían tener.

Es cierto que la técnica se nutre de la ciencia, ya que es imposible poner al servicio del hombre la naturaleza, si ésta no se conoce. Pero este es el objetivo de la ciencia aplicada, (ingeniería, medicina...) que, además de la ciencia que la fundamenta (física, biología...) debe valerse de criterios de utilidad. Si estos criterios de utilidad están rectamente orientados al bien del hombre y de la sociedad esas técnicas cumplirán satisfactoriamente su fin.

Se da en la ciencia, por un lado la búsqueda de la verdad, y por otro lado, la capacidad de controlar el experimento y así ser de utilidad práctica.

Lo absurdo es que en publicaciones de ciencia pura, se invoque como supremo fin de las mismas su aplicación técnica, en vez de su interés intrínseco científico: el conocimiento de un aspecto de la verdad.

Es cierto que esos preámbulos de los artículos científicos, en los cuales se explicita el fin del trabajo, se deben a veces a exigencias impuestas por el empleador, el cual, al dirigir el departamento de investigación de una institución solo orientada a la práctica, obliga a los empleados a realizar una ciencia que sea útil.

Caen en la misma crítica los estados que relegan el papel de la ciencia al binomio ciencia y tecnología en detrimento del trinomio ciencia, educación y cultura.

Entiendo por cultura el conjunto de hábitos humanos que heredamos del pasado. La cultura es más bien algo interno de los hombres: como piensan, como quieren. Muy relacionado con esto tenemos a la civilización. Civilización hace más bien a los objetos exteriores que el hombre va desarrollando a través de los siglos.

Por ejemplo el tren a vapor es una muestra de civilización pasada. Las obras de la civilización caen en desuso, y es importante resguardarlas en museos. Ahora bien, los conocimientos de cómo funcionan los trenes es parte de la cultura. Estos conocimientos los heredamos de nuestros profesores y libros, bueno ahora Internet también. Es decir un libro sobre trenes es un objeto de la civilización. Los conocimientos que contiene son parte de la Cultura.

Se ha hablado bastante del drama de las dos culturas. La humanística y la de las ciencias naturales. También se ha nombrado como "tercera cultura" a los escritos de divulgación.

Sigamos con la ciencia. Cuando la motivación de la ciencia es solamente su aplicación a la técnica, la ciencia misma se degrada, ya que se la priva de su verdadero significado y se la aparta de su relación con la verdad.

Dependencia e independencia entre ciencia y técnica.

En general se comprende bien que no toda la ciencia, termina por apli­carse a la técnica. Es más, hay ciencias enteras como la filosofía que carecen por completo de utilidad inmediata. Pero así como es tan patentemente inútil es tan patentemente amable per sí misma .

No toda la técnica termina en un servicio del hombre (o perjuicio); al contrario, hay técnicas que a su vez son útiles a la ciencia. Por ejemplo una técnica de laboratorio.


Pero el aspecto más interesante del terna que estamos tratando es que puede hacerse una brillante técnica con un conocimiento poco sabio de las leyes naturales involucradas en la parcela de la naturaleza de la cual se sirve el proceso de tecnificación (aunque siempre se necesite un mínimo de cono­cimientos, que no siempre es pequeño).

Para comprobar lo que acabamos de afirmar basta contemplar el inmenso desarrollo de la tecnología nuclear: cen­trales nucleoeléctricas, propulsión de submarinos, bombas atómicas, etc. Sin embargo, no se conoce con exactitud la fuerza de origen nuclear, la inter­acción que es responsable del fenómeno. Al menos no se la conoce con la precisión y claridad con que conocemos la ley de atracción y repulsión de par­tículas cargadas (Ley de Coulomb). Bibliotecas plagadas de libros y estanterías colmadas de colecciones enteras de revistas especializadas sin encontrar la expresión fisicomatemática precisa es el resultado de más de cincuenta años del siglo XX.

Mostremos un ejemplo más sencillo: el constructor de un tobogán sólo necesita saber que los niños caen. No le hace falta conocer la ley de gra­vitación universal, y menos aún la más moderna interpretación de los fenó­menos gravitatorios, es decir que los cuerpos siguen la curva geodésica deter­minada por la geometría que genera la tierra según, las ecuaciones de Einstein de la relatividad general.

Hacia un correcto planteamiento de la noción de ciencia

"La ciencia misma, ‑en su entraña, en su orientación de fondo, en su modo de construirse y de expresarse, ‑debería recuperar la integridad de lo real –el ente–, que parece haber perdido desde hace ya mucho tiempo. Para ello, habría que purificar el conocimiento científico de adherencias filosóficas des­viadas" .

Parte, de la desviación consiste en un erróneo concepto del "modelo" en las ciencias. Los modelos de la realidad son necesarios para el avance de las ciencias, pero esos modelos deben mejorarse y reemplazarse por otros cada vez más perfectos y adecuados a la realidad. Por el contrario algunas corrientes filosóficas dan más importancia al modelo que a la realidad, más importancia a la coherencia interna de la teoría que a su verdad. De allí a desvincular el modelo de la realidad hay un solo paso. En ciertos casos que­darían débilmente vinculados a la realidad por el solo hecho de brindar datos de lo fáctico útiles para la técnica; entonces modelos distintos serían aceptados si arrojan los mismos datos.

Entendemos ciencia como conocimiento cierto de la realidad por sus causas. Con este concepto desinteresado de ciencia abrimos nuestra inteligencia a los distintos tipos de saberes, diversificados por el sector de la realidad que abarcan, y por el método de estudio empleado, ya sean particulares (Física, Matemática, Biología...); como generales y filo­sóficos.

Quizás podemos completar y actualizar la definición de ciencia diciendo que en las ciencias naturales debemos ir por inducción desde el experimento, organizar sistemáticamente el mismo, formular hipótesis, compararlas con el experimento, hacer modelos, construir teorías, etc.

En cambio si definimos ciencia como "preámbulo de la tecnificación" nos encerramos en un círculo vicioso o a lo más en un circulo antropocéntrico, en el cual resolver las necesidades materiales del hombre seria en último tér­mino el objeto del uso de su inteligencia.

Este camino es a su vez desesperante para el científico, porque ya nos enseña la historia ‑que, en general, pasan­ muchos años desde los descubrimientos científicos hasta las aplicaciones prácticas. No es este el caso de la tecnología nuclear a la que nos hemos referido, la cual se ha desarrollado rápidamente y ha provocado un exagerado juicio de "éxito" de la ciencia del núcleo, juzgándola, más por sus espectaculares aplicaciones que por sí misma.

Desde el descubrimiento de la reacción química que se utilizaría en fotografía hasta la primer foto pasaron cerca 100 años. Sin embargo desde el descubrimiento de que el láser serviría para hacer el CD, hasta el primer CD, pasaron 4 meses. Para controlar la fusión nuclear pasó casi todo el siglo XX y seguimos esperando.

En resumen, si es cierto que la ciencia tiene relación con la técnica, no es esta su única relación ni la más importante. Antes que nada las ciencias particulares tienen relación con el saber general, siendo así no sólo informativas de recetas de construcción tecnológicas sino también formativas de hábitos intelectuales que permitan al hombre volar hacia verdades cada vez más profundas y por ello más verdaderas, felices y trascendentes.

Sin embargo a Latinoamérica en general le vendría bien, hoy por hoy, un mayor desarrollo del aspecto ciencia-tecnología.

Dr Juan Ignacio Casaubon
Doctor en Física - UBA - Argentina
WEB:
http://es.geocities.com/jicasaubon
BLOGS PARA OPINAR:
http://expertouniversitario.blogspot.com
http://fisicayfe.blogspot.com
http://doblalapelota.blogspot.com/

Ramón López Alemán dijo...

Gracias, Dr. Casaubon, por su lectura y sus comentarios. Bienvenido...