domingo, 18 de marzo de 2007

¿Cuán Inteligente Fue La Evolución De La Inteligencia?


Todos hemos oído la frase ambiental de moda de que “tenemos que salvar al planeta”. Muy buen sentimiento, pero en realidad lo que muchos quieren decir con eso es que nos tenemos que salvar nosotros los humanos y nuestro estilo de vida. Son pocos los que responden positivamente a llamados de salvar los manatíes, los leopardos, los rinocerontes, o las cotorras del Yunque. ¿Y quien quiere salvar un bosque de árboles que no sienten ni padecen o un mogote si eso implica que tengo que mudar mi casa o coger una guagua pública y dejar mi carro en la marquesina? Además, el planeta es una gran bola de piedra dando vueltas en el espacio, ¿no? ¿De qué podríamos salvarlo? Un planeta no está vivo, ¿o sí? Recientemente ha cogido auge una teoría que postula que nuestro planeta Tierra sí se comporta como si estuviese vivo. Y le puede dar fiebre, indigestión, o hasta una infección mortal si no se le trata su condición de salud a tiempo.

El Departamento de Ciencias Físicas de la Universidad de Puerto Rico planea celebrar un gran evento ambiental de importancia para toda la Isla. Se titula la Conferencia Internacional Gaia 2007 , y durante los días 19, 20 y 21 de Abril reunirá en el Teatro de la UPR a importantes científicos de Puerto Rico y del exterior para examinar cómo y porqué ocurre el llamado “calentamiento global” que afecta a nuestro planeta, y que es particularmente peligroso para una isla pequeña y densamente poblada como Puerto Rico. La idea de que ocurre calentamiento global y hay cambios climáticos severos por la contaminación humana es una controversial y extremadamente polémica. La data no es enteramente clara, los mecanismos responsables del clima son extremadamente complejos, y las propuestas de acción para reducir el calentamiento global son costosas y con efectos impredecibles en las economías de todos los países del mundo. Estos problemas requieren de un estudio y un ataque verdaderamente interdisciplinario. Líderes políticos, economistas, ingenieros de computadora, meteorólogos, geofísicos, biólogos evolutivos, físicos, y químicos de todo el mundo son todos necesarios para poder entender lo que pasa y desarrollar consensos mínimos que permitan actuar para atajar una de las más grandes amenazas que enfrenta la vida en nuestro planeta. La idea que unifica a tantas disciplinas diferentes es la teoría de que la Tierra (denominada aquí Gaia en referencia a la antigua diosa griega de la Tierra) es similar a un organismo viviente, y que hay que atacar todos los complejos procesos de retroalimentación que afectan el clima a la vez. Si no el remedio puede ser peor que la enfermedad. Por eso esta conferencia, dirigida no solo a científicos sino a políticos, maestros y escolares, reviste tanta importancia para la universidad y para Puerto Rico.

Aunque es una afirmación controversial para el resto de la sociedad, muchos científicos que creen en la Teoría de la Evolución de Darwin aceptan que este es un proceso al azar sin propósito definido ni diseño alguno para mejorar. Cada organismo y cada especie viviente puede sufrir pequeños cambios o mutaciones en su código genético, los cuales deben competir ferozmente con todos los de sus vecinos. En esta competencia a muerte entre todos los organismos vivientes solo sobreviven los más aptos, y los cambios que serán heredados se acumulan lenta y ciegamente a lo largo de millones de años. Pero no existe ningún propósito en la evolución, ni por necesidad tiene que haber progreso cuando se desarrolla una nueva especie con nuevas capacidades biológicas. Puede ser que se evolucione a algo peor de lo que había, o que si ocurren cambios inesperados en el ambiente lo que parecía como una especie superiormente adaptada y exitosa se convierta en un desastre y vaya derechito a la extinción. Lo que no funciona en el ecosistema terrestre es rápidamente eliminado del mundo, y por eso solo vemos las especies que aún están en la carrera por sobrevivir. Esta idea de selección natural darwiniana es la base de toda la biología, la medicina y la ingeniería genética modernas. Pero tiene feas implicaciones filosóficas: si esto es cierto los seres humanos no estamos hechos a imagen y semejanza de nadie, y estamos aquí solo por la suertuda casualidad de que un asteroide eliminó a nuestra adelantada competencia hace 65 millones de años atrás.

Por eso histórica y políticamente esta teoría científica de la evolución ha encontrado vocales opositores que aún hoy en día ven en ella un enemigo inmoral que debe ser atacado sin piedad. Los que quieren enseñar la Evolución de Darwin en las escuelas son vistos por muchos como lo fue el famoso filósofo griego Sócrates en su Atenas natal. Como un charlatán peligroso que con sus ideas podía corromper las mentes de una juventud incapaz de discernir el bien y el mal claramente. Por tanto hay que obligarlo a beber la cicuta y callar su voz. En los Estados Unidos, (paradójicamente una de las sociedades más ricas, liberales y productoras de ciencia), los opositores constituyen mayoría pues sobre el 60% de los ciudadanos considera que la evolución es una doctrina falsa. Solo la sabia disposición constitucional de separación de Iglesia y Estado, y un contrataque concertado de toda la comunidad científica estadounidense respetable han permitido que Darwin se agarre precariamente frente a un huracán que lo quiere sacar de los cursos de biología, no importa lo que digan los biólogos.

No digo esto por querer discutir a fondo la pugna ideológico-política de la controversia Evolución vs. Diseño Inteligente en las escuelas públicas. Solo lo traigo como un breve prólogo porque tiene implicaciones sociológicas sobre otra área importante de la ciencia: el estudio del clima y los sistemas geoquímicos terrestres. Este ataque de las fuerzas del fanatismo religioso y la irracionalidad hace que muchos científicos vean con extrema suspicacia toda teoría que tenga visos de “religiosidad” o que promueva la existencia de mecanismos que no sean desarrollados evolutivamente por procesos puramente naturales a nivel de los genes de organismos individuales. Así pasó inicialmente con una teoría de principios de los 70 del geofísico británico James Lovelock que se conoce como la teoría de Gaia. Lovelock estudiando la atmósfera de Marte para tratar de determinar si había vida allí o no, se dio cuenta de un dato muy importante. La atmósfera y la geología terrestres son dinámicas y están en un continuo proceso caracterizado una entropía bien baja y fuera de equilibrio, a diferencia de los demás planetas. En otras palabras, la física y la química de la Tierra es muy diferente a la de los demás planetas muertos y estáticos. Lovelock postuló que el planeta completo constituye un gigantesco sistema que busca la homeostasis, es decir que cada cambio en una variable física desencadena un mecanismo de las demás variables para devolverla a su valor original (o cerca de éste). Y estos valores no pueden cambiar mucho porque cambios grandes matan muchísimas especies vivas, y éstas de alguna manera se ponen de acuerdo para impedir dichos cambios.



Aunque los problemas de posibles cambios climáticos catastróficos han elevado la teoría de Gaia a un nivel de respetabilidad y aceptación bastante grandes entre los ambientalistas, todavía es una teoría extremadamente controversial y dudosa para los geofísicos y los biólogos evolutivos que ven esta idea cuasi-mística de un “planeta vivo que se autorregula y evoluciona” como un proceso anti-natural y que parece contradecir la idea de que la evolución debe ocurrir a nivel de organismos individuales que no saben de lo que pasa fuera de su entorno inmediato y no pueden organizar extensas redes de transporte y retroalimentación en las que participan múltiples especies a lo largo de océanos y continentes diferentes. Muchos evolucionistas respetables como la Dra. Lynn Margulis de la Universidad de Massachussets han abrazado la teoría de Gaia y postulan que la simbiosis y las redes de retroalimentación entre diferentes especies son fuerzas tan importantes en la evolución como la competencia y la selección natural. La teoría de Gaia, como toda teoría científica, ha hecho predicciones que deben verificarse empíricamente y ha tenido cierto éxito en esto al descubrirse procesos en que la emisión de gases con azufre proveniente de bacterias oceánicas afecta la formación de nubes que ayudan a regular la temperatura terrestre, la que a su vez afecta como se distribuye el azufre entre los organismos vivos en la tierra seca y el mar. También se ha visto como la reducción del bióxido de carbono en la atmósfera por los 4 billones de años que ha habido vida en la Tierra va a la par con el aumento en luminosidad y energía proveniente del Sol. Aparentemente la vida evoluciona sacando el CO2 de la atmósfera de tal modo de que no se caliente demasiado la Tierra y se mantenga a una temperatura cómoda para la vida. Este tipo de descubrimientos no validan totalmente la teoría de Gaia, pero le dan un aire de plausibilidad cada vez mayor a pesar de sus orígenes algo místicos y anti-evolutivos.

Pero si esta idea de que “todo en la Tierra está conectado” por procesos complejos, globales. y en donde la física y la química de la atmósfera cambian cuando cambian los organismos vivos que la habitan es parcialmente cierta, pues quizás estemos en problemas. Porque la teoría de la evolución ciega también parece ser mayormente cierta. Hay muchos biólogos, neurocientíficos y científicos sociales que argumentan que la inteligencia humana con todos sus accesorios de cultura, lenguaje, ideas, y libre albedrío son un producto de una evolución lenta que nos dio una ventaja frente a un ecosistema dominado entonces por otros mamíferos grandes donde la base de nuestra supervivencia era la caza, y la recolección de frutas y vegetales. La base biológica de nuestro comportamiento social y de nuestras culturas en esta visión neo-darwiniana es extremadamente difícil de cambiar. Pero con el lenguaje y la inteligencia, el animal humano descubrió un nuevo espacio de configuraciones en donde la evolución ocurre mucho más rápidamente. El espacio de los “memes”, es decir las ideas comunicables por lenguaje, música o imitación. Los “memes” se propagan, mutan y evolucionan muchísimo más rápido que los genes biológicos. La evolución tecnológica y cultural ocurre ya en décadas, mientras que la evolución por selección natural toma millones de años. Es esta evolución tecnológico-industrial la que crea el problema de que nuestro poder a nivel global y nuestra influencia ambiental crece mucho más rápido que la capacidad de Gaia en auto-regularse. Y en la historia de la vida en el planeta hemos presenciado varios episodios de “extinciones masivas” donde casi todas las especies perecen porque el lento sistema de autorregulación global no puede manejar un cambio drástico en las condiciones de uno de sus componentes.

A menos que todos los seres humanos tomemos conciencia del problema de que nuestras culturas y nuestros hábitos de consumo pueden tener efectos severos sobre un complejo y extenso sistema de interconexión global que aún no conocemos bien, puede ser que seamos otra víctima más de la evolución ciega e inmisericorde. Y que el haber evolucionado una inteligencia que nos hizo la especie más avanzada del planeta hace 200,000 años se convierta luego en un terrible error que nos condene a la extinción por no usarla inteligentemente.

No hay comentarios.: