Ya los científicos habían sospechado esto desde el Siglo XVII cuando las Leyes del Movimiento de Sir Isaac Newton describían un mecanismo perfecto como un reloj en los cielos que no necesitaba de entes mágicos o invisibles para funcionar. Y con su ley de la Gravitación
Universal científicos brillantes como Kant y Laplace ya intuían que con solo gas y gravedad uno podía formar el Sol, la Tierra y los demás planetas por mecanismos físicos automáticos que no requerían ningún Creador ni ninguna magia. La ciencia, que con Copérnico y Galileo le había tumbado el cheque de la supremacía cultural a las Iglesias y al misticismo de las religiones, se perfilaba como el único ingrediente necesario para formar un universo de acuerdo a leyes mecánicas, matemáticas, ciegas y predecibles en detalle.
Darwin le dio otro estacazo fulminante a la necesidad de un Dios mágico que supuestamente era imprescindible para imbuirnos de vida e inteligencia a los seres humanos. Si Dios no manejaba ya los cielos y éstos funcionaban felizmente sin su ayuda o traqueteo divino, al menos nadie podía explicar cómo habían surgido los seres humanos, y por qué pensaban y sentían como lo hacían. Solo el reconfortante mito de que éramos seres especiales llenos de un alma mágica fantasmal e inmaterial que Dios diseñó a su imagen y semejanza. Pero con la teoría de la evolución y el mecanismo de selección natural por competencia genética se ve que eso es filfa. Solo somos monos con un cerebro grande que es una computadora mecánica que se autoprograma mediante un mecanismo de imitación y evolución memética. No hace falta magia ni manejos sobrenaturales externos. Ya se entiende bien como tener humanos y demás seres vivos sin intervención de Dioses.
Las iglesias fundamentalistas todavía intentan pelear como gato boca arriba contra el revolucionario descubrimiento de Darwin y los biólogos, pero todo mundo ya ve que son una minoría ridícula que eventualmente va a perder esa pelea cultural. Ya la mayoría del mundo civilizado acepta la realidad de la evolución darwiniana, y entre los científicos esto es una mayoría abrumadora. Según una encuesta Gallup reciente en los EE.UU. de entre todos los científicos un 95% creía en la evolución (aunque muchos todavía creían en Dios y algún tipo de manejo mágico de este personaje invisible sobre los genes de los organismos para “dirigir” la evolución). Entre los científicos de las ciencias biológicas y de la tierra, (los expertos en los temas de los que trata la evolución), es un 99.86%. Darwin no tiene nada que temer en la comunidad científica, y entre las iglesias y políticos derechistas que lo detestan y se fajan tratando de que lo eliminen de las escuelas, ya se ve que su estridencia y su generalmente bajo IQ los hace verse cada vez más ridículos y van inevitablemente a perder su cruzada medieval. Es solo cuestión de tiempo.
El último refugio de Dios era el “Big Bang”. Alguien tiene que haber prendido la mecha de esa explosión. Alguien tiene que ser responsable de la causa primera del universo. Nada se crea solo de la nada. Todo tiene una causa. O al menos eso creen fervientemente los religiosos, y lo repiten una y otra vez como un mantra para alejar la tentación diabólica de un ateísmo racional que quiere comerse nuestra tradicional y valiosa sociedad cristiana. ¿Qué nos haremos sin Dios? ¿De dónde saldrán las leyes de la moral y el bien? ¿Y no se enojará el gran y celoso Papá invisible si descubrimos con nuestra ciencia que no hace falta y es una entidad superflua? Algo malo nos hará Papá Dios, el mago todopoderoso, si dejamos de creer por fe ciega en Él porque no hay ninguna evidencia de su existencia.
Pero en estos días se ha vuelto a formar un gran bochinche en la prensa científica estadounidense y británica porque en un reciente libro del famoso físico Stephen Hawking titulado “El Gran Diseño” se reitera lo que ya los cosmólogos sabemos desde los años 1970s: DIOS NO HACE FALTA PARA CREAR EL UNIVERSO NÁ…
Como he reiterado ya en otras entradas anteriores sobre este tema, es perfectamente posible, y hasta matemáticamente demostrable, la creación ex nihilo, o sea, creación de la nada. Sí se puede hacer brotar la energía necesaria para formar todo en este universo de la nada absoluta. Hay no uno, sino decenas de modelos matemáticos de como se puede generar un Big Bang de la nada sin necesidad de ningún Dios. Gracias a la Mecánica Cuántica, la Relatividad General y las Teorías de Supercuerdas y gravedad cuántica. En mecánica cuántica la creación de partículas apareciendo de la nada es un evento normal y nada sorpresivo. La introducción de operadores de creación y destrucción en la teoría de campos cuánticos explica muchas cosas sobre las simetrías, partículas y propiedades de este universo.
Claro, siempre queda el argumento de la ubicuidad. Si Dios es tan inútil como concepto y explicación del mundo, ¿por qué la inmensa mayoría de la gente en todas las culturas y a través de todas las épocas cree en uno o más de estos dioses mágicos? Es imposible que haya tanta gente equivocada y que creen en cosas que no existen, ¿verdad? Desgraciadamente para la autoestima de la raza humana, pues SÍ. Es muy posible que la gran mayoría de la humanidad esté equivocada. Es más, ese es y ha sido el estado normal de la humanidad. Creer en cosas que no son ciertas.
La gran mayoría cree en cuentos de hadas religiosos y en seres invisibles con superpoderes mágicos, (que se interesan por los seres humanos, pero les gusta jugar al esconder y no dejarse ver nunca prefiriendo que crean solo por fe irracional sin la más mínima evidencia decente). Y la gran mayoría que no ha estudiado nada de ciencia cree que los científicos son unos pobres bobos que viven ciegos a la magnificencia del Dios de su preferencia, y que si tan solo abrieran su corazón a la irracionalidad en la que ellos viven pues Dios los haría tan crédulos como ellos, y se dejarían de esas idioteces de estar buscando explicaciones racionales para todo y andar con la mala costumbre de pedir pruebas para creer en algo.
Es increíble que la gran mayoría no solo tolera sino que prefiere mantener la disonancia cognoscitiva de actuar racionalmente en sus vidas diarias, pero creer en el Señor poderoso e invisible que vive en el cielo, no te quiere dar pruebas de que existe, se molesta contigo si no le crees porque otra persona te lo dijo y ya, que te mandará a torturar eternamente si no le das dinero a sus representantes y haces lo que ellos te digan, pero que te ama mucho aunque se comporte como un tirano indiferente. Y que si lo alabas continuamente, y le repites lo grande y poderoso que es, a lo mejor use sus poderes mágicos para complacerte en tus peticiones sánganas de que no llueva en el juego de pelota, te vengan chavos inesperados, o te salve de ese cáncer que te diagnosticaron por vivir fumando toda la vida.
La única razón por la cual la gente cree en Dios es porque los hace sentir bien. Los hace sentir seguros. Los hace sentir que son buenos y que son parte de un plan divino que terminará siempre bien, y con un final justo y feliz como en las películas. Les da la falsa seguridad que alguien con poder los está velando, quizás les oiga y les haga caso, les diga qué hacer y como portarse, castigue a sus enemigos y se asegure que el bien, la justicia y nuestro grupo triunfen al final sobre los otros que no son como nosotros. Si no en este mundo, pues en otro donde nos recompensarán por lo que sufrimos aquí y por soportar las cosas malas que nos pasaron.
Como han dicho muchos: Dios no creó al hombre. El hombre creó a Dios para satisfacer sus ansias de bondad, justicia y que las cosas pasen como uno desearía que pasaran. Es una necesidad psicológica. Una frisita para sentirnos calientitos y seguros cuando el mundo es frío, desolado y hostil. Y la ciencia nos quita esa red de seguridad psicológica estudiando cómo funciona de verdad el universo, y descubriendo que la frisita no existe. Que el Señor al que le rezas no te oye. Que las cosas pasan, y muchas están fuera de nuestro control. Que los buenos no ganan siempre, y que si queremos que ganen nos va a costar. Que solo habrá un chance a veces si nos unimos a los buenos y nos fajamos sacrificando tiempo, dinero y trabajo para que esto pase de una manera humana y racional. No sentaditos de lejos por solo pensarlo bien fuerte, y esperando a que el mago invisible al que le dimos el diezmo, y lo alabamos el Domingo repitiéndole lo grande y poderoso que era, lo haga por nosotros.